Orden económico histórico a nivel global

Muchas veces se habla del acontecimiento histórico que supone el hecho de que países como China o India estén cerca de superar económicamente a las conocidas como potencias tradicionales, que históricamente han liderado el crecimiento y el poder económico, se ven amenazas ahora por la emergencia de potencias surgidas de las antiguas colonias.

Pero este relato no es totalmente fiel a la Historia, ya que las auténticas potencias tradicionales, las potencias históricas, no son las que normalmente se mencionan. Gracias a las investigaciones del historiador Angus Maddison podemos comprobar que la Historia guarda secretos muy interesantes.

Atendiendo a la distribución del producto interior bruto global, y considerando ‘potencia económica’ a aquel país que posee un porcentaje importante del mismo, comprobamos que durante la mayor parte de la Historia (Edad Media, Edad Moderna…) las potencias no fueron occidentales, sino que fueron las que ahora etiquetamos como emergentes.
Quizás el periodo 1850-2020 haya sido un simple paréntesis en la historia económica del mundo. Un paréntesis en el que nuevas potencias como Reino Unido, Estados Unidos o Francia han monopolizado el crecimiento y el poder económico. Puede que el cambio en el orden económico que estamos viviendo con los países emergentes hoy en día no sea más que una vuelta al orden económico histórico, que es el que pone en lo alto del ranking a las economías china e india.

Podemos entender el cambio en el orden económico global a través de la obra del geógrafo Samuel Huntington, quien acuñó el término de la ‘Gran divergencia’ para hacer referencia al proceso por el cual el mundo occidental (Europa inicialmente y posteriormente Estados Unidos y Canadá) creció y se convirtió en dominante técnica, económica y militarmente, eclipsando a las potencias tradicionales, principalmente la China de los Qing y la India mogol. La Gran divergencia comenzó en el S.XVIII y tuvo su esplendor en el S.XIX y buena parte del S.XX. El historiador económico Eric Jones llamó a este periodo como el “milagro europeo”.

Orden económico durante la Edad Moderna

Tras superar la Edad Media (S.V-S.XV), Europa conoció una época de prosperidad liderada por los descubrimientos en ultramar. La Edad Moderna comienza con el descubrimiento de América en 1492 y termina con la Revolución Francesa en 1789. Ambos hitos son señalados desde una perspectiva eurocéntrica, pero ¿qué sucedía con las verdaderas potencias económicas del momento?

A principios de la Edad Moderna, China era la mayor potencia mundial. Su tecnología era la más avanzada del mundo y tenía además la ventaja de la demografía: era el país más poblado del planeta, con una población de entre 160 y 200 millones de personas. Bajo el gobierno de la dinastía Ming, China tuvo un ejército permanente de más de un millón de soldados, así como la mayor flota del mundo. Se realizaron importantes expediciones comerciales y diplomáticas, las más famosas comandadas por el almirante Zheng He (1405-1433), y también se pusieron en marcha proyectos como el Gran Canal o la construcción de la Ciudad Prohibida en Pekín.
Según algunos historiadores, bajo el gobierno de los Ming (1368-1644) se desarrolló una de las mayores eras de gobierno disciplinado y más estabilidad social de la Historia de la Humanidad. Las investigaciones de Joseph Needham sobre la ciencia y la tecnología en China demostraron que hasta una fecha tardía (y variable según los autores), China fue la primera potencia científica y tecnológica del mundo, muy por delante de Europa.

Según los cálculos de Maddison, hacia el año 1790 China suponía alrededor del 35% del PIB global y Europa el 27%. Algunos historiadores sostienen con buenos argumentos que a finales del siglo XVIII no existían diferencias importantes entre el nivel de vida de los habitantes de Gran Bretaña y de ciertas provincias marítimas de China y del curso bajo del Yangtsé.
En la India, al inicio de la Edad Moderna la potencia más importante fue el imperio vijayanagara, que controlaba todo el sur del subcontinente. La supremacía vijayanagara acabó por la instauración del Imperio mogol, que dominó desde el año 1526 hasta 1858. Los mogoles alcanzaron su auge cultura bajo el reinado de Sha Jahan (1628-1658), cuando se desarrolló la edad dorada de la arquitectura sarracénica, cuyo mejor ejemplo es el Taj Mahal.

Durante la Edad Moderna, Asia constituyó el continente económicamente más productivo. Hacia el año 1500, China, India y Oriente Medio concentraban cerca del 60% de la producción mundial, y poco antes del año 1800 alcanzaron a suponer el 80% de la misma. Durante el S.XVIII los textiles de la India se exportaban masivamente a Europa, y gran cantidad de productos industriales chinos estaban presentes tanto en el Viejo Continente como en la América colonial desde el S.XVII. Según el historiador Robert B. Marks, un 75% de la plata extraída por los españoles en América acabó en China a cambio de la compra de productos manufacturados chinos.

Hasta finales del siglo XVIII la India nunca había sido un mercado para Gran Bretaña, todo lo contrario: era un competidor directo, y con mucho éxito. Tanto la India como China participaban de la mayor zona de comercio mundial de la época, el Océano Índico, lo cual les daba una ventaja sobre los países emergentes europeos.
Pero todo esto cambió con la industrialización de Europa. El predominio asiático en la economía global se vino abajo ante la emergencia de nuevas potencias occidentales que, impulsadas por la máquina de vapor, se extendieron por el mundo con modernos barcos y rápidos ferrocarriles.

El crecimiento de Occidente y la creación de nuevas potencias
En la segunda mitad del S.XVIII, los países occidentales acometieron un proceso de transformación económica, social y tecnológica que dio el paso de una economía rural basada fundamentalmente en la agricultura y el comercio a una economía de carácter urbano, industrializada y mecanizada. Fue la Revolución Industrial, que permitió acelerar el crecimiento económico y militar de países como Inglaterra, Francia o Estados Unidos. Fue el hito histórico que marcó el comienzo del cambio en el orden económico, por el cual nuevas potencias iban a desbancar a las tradicionales superpotencias económicas: la China imperial e India.

Después de siglos de estancamiento en Europa, el crecimiento económico volvió a encontrar perspectivas muy favorables. La Revolución Industrial, iniciada en Inglaterra a mediados del S.XVIII indujo un enriquecimiento espectacular al cambiar las condiciones de producción. Un buen ejemplo de este crecimiento fue la producción de hierro en Inglaterra: de las 60.000 toneladas producidas en 1780 se pasó a más de 300.000 en 1800 y a un total de 700.000 toneladas producidas en 1830.
En 1842 una potencia emergente venció al imperio más grande del mundo. La Primera Guerra del Opio se saldó con la victoria de Inglaterra frente a China. La gran armada china consistía en cientos de barcos de madera. Fruto de la Revolución Industrial, los buques ingleses eran acorazados y mucho más efectivos en combate. Todo el poder naval del Imperio chino no pudo contra el poder de la tecnología y la ingeniería.

Francia, Inglaterra, Italia, Bélgica, Países Bajos, Alemania… los nuevos pretendientes para ser superpotencias avanzaban con prisa por el tablero mundial buscando colonias que controlar y explotar. Era la época colonial, y todos los países querían ser grandes imperios. Empujados por la industrialización, los buques y trenes europeos llegaron hasta lo más profundo de África y hasta las islas más lejanas de Asia.

Para entender cómo el colonialismo ayudó a ser más competitivos a los países occidentales es ejemplificador el caso de los monocultivos. Inglaterra, por ejemplo, se sirvió de su colonia de Malasia para dedicar el suelo malayo al cultivo de caucho. Más tarde, este caucho se transportaba a Manchester, Liverpool o Londres, donde se transformaba en productos en las nuevas fábricas nacidas de la Revolución Industrial. Es decir, las potencias coloniales conseguían las materias primas gratis. Es un factor que dio una ventaja competitiva muy importante a las nuevas potencias, algo que las viejas superpotencias no tenían.

La industrialización permitió hacer realidad el imperialismo, gracias al cual los países europeos extendieron sus brazos por el mundo y pudieron llevar a cabo el colonialismo, que fue el factor clave que hizo crecer las economías occidentales, abriendo nuevos mercados y permitiendo la extracción de importantes recursos. Gracias a esa actuación imperialista, a ese ánimo expansionista, Occidente generó nuevas potencias globales. India y China fueron sustituidas por el Imperio Británico y el Imperio Francés.
Algunos años más adelante, el imperialismo estadounidense fue también clave para impulsar a Estados Unidos a lo más alto del ranking económico global. Sus conquistas en México y en ultramar, además de la compra de grandes extensiones de tierra (como Alaska), permitieron a un joven país aumentar su participación en el PIB mundial.

El S.XX, un siglo de países centrales y países periféricos

Fruto de la Gran divergencia y del espectacular crecimiento económico de Occidente, se generó una dinámica a nivel mundial conocida como Centro-Periferia. Las potencias nacidas de la industrialización y del imperialismo ostentaron el Centro y las antiguas colonias, aunque consiguieron independizarse, quedaron marginadas en la Periferia del mundo.

Durante el S.XX todos los datos económicos estaban del lado de los países centrales. Europa Occidental, Estados Unidos, Australia, Canadá, Corea del Sur y Japón llegaron a sumar el 70% de la producción mundial, el 80% del comercio mundial, el 90% de las operaciones financieras y el 80% de los nuevos conocimientos científicos. Son los países que lideraron el mundo sin que nadie les hiciera sombra, al menos hasta finales de los noventa. Conforme el S.XX llegaba a su fin, nuevas economías comenzaron a crecer con fuerza en la Periferia.

Señalando la Tríada Económica, el economista Kenichi Ohmae intentó plasmar la idea de que en el mundo existían tres centros de poder que ostentaban el dominio político, militar, social y económico. Estos centros eran Europa Occidental, Norteamérica y Japón y Corea del Sur. En el año 2005 los países de la Tríada suponían el 75% del PIB global.

Francis Fukuyama apuntó a que había llegado el “fin de la Historia”, pues el orden mundial tras la Guerra Fría se había establecido para siempre. Ese orden mundial del año 1990, la dinámica Centro-Periferia, la dominación de la Tríada Económica, iban a suponer la forma definitiva en que se distribuiría el poder en el futuro. Pero, ¿a caso no había motivos para pensar que ese orden mundial sí podía cambiar? Los analistas occidentales parecían no recordar que, de hecho, el orden mundial del S.XX había sido fruto de un cambio en el orden global tradicional. La Historia económica no comenzaba en 1945. Había habido vida antes del dominio de Estados Unidos en la economía mundial.

Mientras el Occidente liderado por Estados Unidos expandía su poder económico mediante la globalización, China regresó a la carga, recordando que hubo un tiempo en el que ostentó el poder económico. A finales de los años setenta, bajo el liderazgo de Deng Xiaoping (1978-1997), China acometió una serie de reformas que llevaron a un crecimiento económico sostenido de casi un 10% anual durante 35 años. Nunca antes en la historia económica un país ha crecido tanto durante tanto tiempo. Desde 1980 hasta 2015 China ha estado creciendo a una velocidad inédita, que le ha permitido regresar al puesto que ocupaba a principios del S.XIX (en cuanto al porcentaje del PIB mundial).

En el año 2007 los países centrales suponían el 70% del PIB mundial, y en el año 2010 el 54%. Un marcado descenso que sólo se explica con el crecimiento de la Periferia, liderada por dos viejas potencias olvidadas.

El S.XXI, ¿vuelta al orden histórico?

El devenir de la Historia nos ha traído hasta el momento actual, en el que, tras duras crisis económicas y profundos cambios a nivel global, hay una tendencia clara: las potencias occidentales están perdiendo su peso relativo en el PIB mundial frente a las nuevas potencias emergentes. Aunque Brasil o Indonesia son efectivamente nuevos países emergentes, como hemos visto no se puede decir que China e India estén “apareciendo de pronto”, sino más bien que están “regresando de nuevo”.

Tras el repaso histórico que hemos realizado, podemos preguntarnos si, efectivamente, China e India volverán a producir más del 30% del PIB global. La realidad es que los números están con Asia, tanto en crecimiento económico como en crecimiento demográfico. Si bien es cierto que China ha bajado el ritmo de crecimiento (ahora “sólo” crece a tasas del 6-7%) y que su población ha dejado de crecer, en términos combinados, China e India han vuelto a ser dos gigantes macroeconómicos. En la actualidad ya ostentan más del 15% del PIB global, cuando hace unas décadas eran países periféricos.

Los estudios dirigidos por Jim O’Neill apuntan a que en este S.XXI una serie de países, denominados BRICS, entre los que se incluyen a China e India, liderarán el crecimiento económico a nivel global. Si se cumplen las predicciones, este siglo será el que vuelva a confirmar a Asia como el continente con más poder económico, algo que no es un hecho novedoso en la Historia, como apunta la evolución del centro de gravedad de la economía global (ver mapa), un interesante dato que señala dónde se sitúa el núcleo económico mundial.

El Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional (CESEDEN) resume de esta manera el cambio en el orden económico que se está dando en la actualidad y que se va a consumar en las próximas décadas:

“En el entorno del año 2025, el sistema de relaciones internacionales será totalmente diferente del sistema actual, ya que la globalización económica habrá adquirido toda su dimensión, se habrá completado la emergencia de los nuevos actores mundiales, la transferencia de riqueza y economía del oeste hacia el este será una realidad. Por otro lado, el océano Pacífico será el centro de gravedad estratégico mundial, mientras que la influencia de los sujetos no estatales habrá alcanzado una posición privilegiada.”

Se dice que el Océano Pacífico será “el centro de gravedad”, lo cual quiere decir que será el punto central alrededor del cual gire la economía y, en definitiva, el poder (económico, político, militar…). Esta realidad no supone, como hemos visto, un cambio en el orden económico, sino una vuelta al orden económico histórico tradicional.
REFERENCIAS:

O’NEILL, J. (2011) El mapa del crecimiento

FUKUYAMA, F. (1992) El fin de la historía y el último hombre

OHMAE, K. (1985) Triade Power: The Coming Shape of Global Competition

MADDISON, A. (2001) La economía mundial: una perspectiva milenaria

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